- Tadeo Jones, ridícula aventura taquillera.
Tras muchas habladurías sobre cómo debería ser el cine
español, yo creo que simplemente es cine, independientemente de su procedencia.
Al cine de animación le pasa exactamente lo mismo y puede ser infravalorado
inmerecidamente. Tadeo Jones es el ejemplo de cómo triunfar comercialmente, sin
hacer buen cine. El guion es espantoso y plano (aún me sorprende el galardón
otorgado en los Goya de este año), mostrando un personaje torpe y que solo
grita con cada sombra que ve (¿Frodo?) que va tras la pista de un tesoro que en
la manos equivocadas puede ser letal. Técnicamente patria y extraordinariamente
aburrida carente de arte, ingenio y, sobre todo lo que más me dolió, corazón.
Hasta los cortos anteriores tienen muchísima mejor factura que el despropósito
mostrado digno de una sección de lactancia.
- No habrá paz para los malvados, ¿pero esto que es?
La historia del cine negro en nuestro país es breve, y con
la cinta de Urbizo las cosas se quedaron en el mismo escalón. Admito que me
senté a visionar esta cinta con ganas, había oído maravillas y los galardones
así lo acreditaban. Conseguí disfrutar de un José Coronado mimetizado con su
personaje. Hasta aquí es donde llega la cosa, suelo disfrutar con todo tipo de
cine que haga trabajar a mi cerebro y alimentar neuronas, aunque a veces me
guste matarlas con un insano entretenimiento, pero no he visto nada de lo
suscrito durante el visionado, donde se nos muestran los acontecimientos sin
ningún tipo de carga dramática, las cosas pasan, tú lo ves y te vas a tu casa.
Deja tan indiferente, que incluso al minuto olvidas lo que has estado viendo.
El intento de hacer cine negro, noir para los gafapasta, ha sido bueno pero
siempre necesitas el drama.
- Carmina o revienta, ola k ase?
La historia sencilla de una familia humilde en un
barrio empobrecido de Sevilla. La ópera prima del actor Paco León nos cuenta
con poco un relato intenso de como la vida puede carecer de sentido y como,
estoicamente, vamos aguantando los palos que nos dan. En su humildad se
encuentra su encanto. Pero también la convierte en algo olvidable para el
espectador.
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