Y van cinco películas sobre el
policía neoyorquino, John McClane, y parece que no aprenden. Tras una cuarta
entrega entre la mediocridad y pequeños destellos de entretenimiento, el
director de Max Payne, Tras la línea enemiga, y El Vuelo del Fénix entre otras
obras para tirar por el retrete, se lanzó a dirigir la quinta entrega, lo cual
no resultaba nada alentador sabiendo que el libreto lo escribió alguien capaz
de engendros como X-Men: Lobezno.
El policía John McClane (Bruce
Willis) se encuentra por sorpresa en Moscú con su hijo Jack (Jai Courtney) en
el lugar y momento equivocados. Con los peores elementos de los bajos fondos
rusos tras ellos y luchando contrarreloj para evitar una guerra, los dos
McClane descubren que sus métodos opuestos para enfrentarse a las dificultades
les pueden venir bien para aunar fuerzas en mantenerse vivos.
Solo existe una manera de definir
la cinta en cuestión, y es basura con fuegos artificiales. Vale que incluye a
Bruce Willis, pero ni sus frases oportunas salvan la hora y media en que tus
retinas sufren un desgaste desproporcionado. Una auténtica tomadura de pelo.
Ni villanos, ni secundarios, nada
se salva, ni siquiera el acercamiento de la banda sonora por evocarnos un
pasado mejor. Unos efectos especiales deprimentes orquestados por, seguramente,
alguien que no tiene miedo a meter explosiones a todo, para que quede bonito,
pareciéndonos en ocasiones más un videojuego cutre que una película de acción.
En conclusión: Un buen día para morir convierte tus deseos
de ver buen cine de acción en ganas de un suicidio temprano y salir clamando al
cielo por un dinero malgastado.
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